Estoy al límite...
Cada día me encuentro más mareado y confuso entre mis emociones y hoy se desata un pico de actividad física que me desorienta aún más.
Ya no puedo distinguir ni mis propios sentimientos. Un juego de ruleta desequilibra mi desequilibrado balance emocional. A mí me tenía que tocar esa pregunta... "Cuantas veces has dejado pasar..." Perfecto para la fatalidad. Derrumbamiento interno instantáneo. Maquinaria a toda potencia para exteriorizar una falsa máscara alegre. Recurrir a ella me es ya casi tan fácil como respirar, pero las correas con las que se sujeta son difíciles de desatar. Menos mal que la bola estaba ahí para ayudarme...
Después toca de nuevo el desequilibrio. Ya me cuesta bastante controlar esos malditos impulsos de hacerme ilusiones por cosas que se que no me van a llevar a ninguna parte (solo en ese momento espero). Un impulso que hasta lo podemos calificar simplemente de biológico pero que se hace hueco en mis anhelos. ¿Cómo diferenciarlo de lo que realmente quiero? No lo se. Pensamientos enlazados en una red densa y pesada en la que soy presa, donde una araña de impulsos amenaza con inyectarme un veneno de irracionalidad que me disuelva a la vez que a la red, librándome de ella pero dejándome hecho un trapo.
El borde del precipicio cada vez está más cerca y mis apoyos cada vez son más débiles. Miles de pasos en falso que puedo dar, otros tantos empujones que me amenazan con precipitarme al vacío y el peso de los recuerdos que llevo a la espalda son cada vez más tediosos de soportar.
Sin no veo una luz pronto creo que solo voy a poder ver la oscuridad...
sábado, 10 de diciembre de 2011
martes, 6 de diciembre de 2011
Torbellino
A veces, simplemente me gustaría no sentir nada. Ser un témpano de hielo, una placa de acero, una losa de piedra, una viga de madera... Sentir es el castigo supremo y la quintaesencia del placer a la vez...
Toda persona tiene marcado un límite de tolerancia en su vida. Es completamente subjetivo y varía a lo largo del tiempo según como te curta la vida.
Yo estoy bailando en el umbral de mi límite. Una peonza a la que se le termina el impulso. No es buen consuelo estar estudiando química y comenzar a desvariar de nuevo de mi vida... Todas las cosas que no hice cuando podía, las que podía haber hecho y las que tendría que hacer. Cada vez que giro mi mente a mis recuerdos más anhelados me siento un estúpido. Cómo no pude haberme dado cuenta... Por qué no hice eso... No tuve que haber dejado aquello de lado... Una vez que estás fuera del momento puedes llegar a ver todo tan claro...
Madurar me ha hecho ver todos los fallos y martirizarme por ellos. Seguro que podía haber cambiado completamente el cauce de mi vida a mejor en su momento, pero la inexperiencia y la falsa esperanza de que todo podía salir bien son la causa de haberme quedado casi al margen de todo ello.
Estúpido...
Pero ya no se puede hacer nada. Ahora solo me queda seguir bailando en el borde del abismo. Puede que sea más critico ahora, pero la luz del túnel que parece que no llega nunca me empuja a precipitarme al fondo. Una espiral en la que es fácil caer pero apenas posible subir. Se puede ver atractiva en un principio y sus brazos ofrecen calor y consuelo, pero sé que es mentira.
Una cuerda racional me ata ante el precipicio y tira de mi concienzudamente, pero el peso emocional amenaza con lanzarme de cabeza al fondo. La cuerda es fuerte pero con el tiempo el nudo se afloja mientras que el peso es inmutable y nunca cede. Ahora solo me salva una cuerda de la que tiran la gente que aprecio, pero acabará sin ser suficiente.
Quiero un empujón, un sitio donde aferrarme, nuevas cuerdas que tiren de mí. Quiero una risa, una caricia, una palmada en la espalda, un anhelo, una carrera, un suspiro, un guiño, un aprobado, una mirada, una bola de nieve en mi cara, un acierto, un roce, una emoción, un beso, un soplo de aire fresco, un abrazo, una preocupación vana, un dolor inocente, un peso que acarrear con sentido, librarme de mi velo, una mano que alce la mía, un rayo de sol...
Emociones que se arremolinan en un torbellino y que amenazan con irse por el desagüe. Emociones de un adolescente cualquiera...
Toda persona tiene marcado un límite de tolerancia en su vida. Es completamente subjetivo y varía a lo largo del tiempo según como te curta la vida.
Yo estoy bailando en el umbral de mi límite. Una peonza a la que se le termina el impulso. No es buen consuelo estar estudiando química y comenzar a desvariar de nuevo de mi vida... Todas las cosas que no hice cuando podía, las que podía haber hecho y las que tendría que hacer. Cada vez que giro mi mente a mis recuerdos más anhelados me siento un estúpido. Cómo no pude haberme dado cuenta... Por qué no hice eso... No tuve que haber dejado aquello de lado... Una vez que estás fuera del momento puedes llegar a ver todo tan claro...
Madurar me ha hecho ver todos los fallos y martirizarme por ellos. Seguro que podía haber cambiado completamente el cauce de mi vida a mejor en su momento, pero la inexperiencia y la falsa esperanza de que todo podía salir bien son la causa de haberme quedado casi al margen de todo ello.
Estúpido...
Pero ya no se puede hacer nada. Ahora solo me queda seguir bailando en el borde del abismo. Puede que sea más critico ahora, pero la luz del túnel que parece que no llega nunca me empuja a precipitarme al fondo. Una espiral en la que es fácil caer pero apenas posible subir. Se puede ver atractiva en un principio y sus brazos ofrecen calor y consuelo, pero sé que es mentira.
Una cuerda racional me ata ante el precipicio y tira de mi concienzudamente, pero el peso emocional amenaza con lanzarme de cabeza al fondo. La cuerda es fuerte pero con el tiempo el nudo se afloja mientras que el peso es inmutable y nunca cede. Ahora solo me salva una cuerda de la que tiran la gente que aprecio, pero acabará sin ser suficiente.
Quiero un empujón, un sitio donde aferrarme, nuevas cuerdas que tiren de mí. Quiero una risa, una caricia, una palmada en la espalda, un anhelo, una carrera, un suspiro, un guiño, un aprobado, una mirada, una bola de nieve en mi cara, un acierto, un roce, una emoción, un beso, un soplo de aire fresco, un abrazo, una preocupación vana, un dolor inocente, un peso que acarrear con sentido, librarme de mi velo, una mano que alce la mía, un rayo de sol...
Emociones que se arremolinan en un torbellino y que amenazan con irse por el desagüe. Emociones de un adolescente cualquiera...
jueves, 1 de diciembre de 2011
Cortes, heridas, vendas y cicatrices
Los cortes causan heridas, las heridas sangran, se atienden, se cosen y se vendan. La venda se lleva puesta durante un tiempo, cambiándola y aligerándola cada vez. Cuando la venda no es necesaria y se muestra una cicatriz. La cicatriz se se ve y se recuerda el corte. Con el paso del tiempo se curte y se arruga hasta camuflarse. Siempre estará ahí y nunca se olvida, y por lo tanto nunca se cura. Sólo con el paso del tiempo se puede decidir si perdonar a quien ha hecho el corte, dejando atrás toda la historia de la cicatriz. No tengo nada más que decir.
La tortilla y la bola
La tortilla y la bola son dos elementos que siempre han estado ahí, a mi lado, pero apenas lo e agradecido. Pero no porque no me haya dado cuenta de ello, si no porque yo creo que cuando existe un verdadero lazo de amistad no hace falta demostrar nada.
En un principio la tortilla siempre ha estado para lo bueno y para lo malo. He compartido mis temores con ella y ella ha compartido los suyos conmigo. Ha sido una de las pocas que han creído en mi desde el principio y sigue creyendo desde el principio. Siempre ha estado a mi lado cuando la necesité y como apenas la he dicho cuanto tengo que agradecerla quiero decírselo ahora... Gracias por haber estado y estar ahí.
Con la bola las preocupaciones parecen alejarse de ti durante un tiempo. Vives el momento y no necesitas preocuparte demasiado. La bola consigue que te adaptes a ella y te hace olvidar los malos momentos. Si la bola no está en algún momento no te tienes que preocupar de ello, porque sabes como es. Por eso la bola ha estado siempre ahí... A ti también, gracias.
En un principio la tortilla siempre ha estado para lo bueno y para lo malo. He compartido mis temores con ella y ella ha compartido los suyos conmigo. Ha sido una de las pocas que han creído en mi desde el principio y sigue creyendo desde el principio. Siempre ha estado a mi lado cuando la necesité y como apenas la he dicho cuanto tengo que agradecerla quiero decírselo ahora... Gracias por haber estado y estar ahí.
Con la bola las preocupaciones parecen alejarse de ti durante un tiempo. Vives el momento y no necesitas preocuparte demasiado. La bola consigue que te adaptes a ella y te hace olvidar los malos momentos. Si la bola no está en algún momento no te tienes que preocupar de ello, porque sabes como es. Por eso la bola ha estado siempre ahí... A ti también, gracias.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Del apogeo a la decadencia escalonada
Continuando mi vida todo era más o menos llevadero hasta que llegó el verano de 2010, donde he tenido la época de mayor felicidad que recuerdo... Era verano, había aprobado 4º sin ninguna suspensa, era libre del "grupo" y estaba saliendo con una chica estupenda. Pero no tardaría en perder la mayoría...
La chica se fue, el verano perdió mucho sentido hasta que terminó, empezó el nuevo curso y yo me volvía a proteger de nuevo en una máscara de falsa felicidad. Cada día que pasaba estaba más inestable, y más lo ocultaba. Las clases de filosofía del doctor Muerte, el mejor profesor que jamás he tenido, me habían desvelado los secretos del pensamiento racional creándome todavía más conflictos entre la parte racional de mi mente con la irracional. La incorporación de un nuevo miembro a nuestro círculo de amigos me animó un poco. Conecté enseguida con esa persona y durante el resto del año llegó a convertirse en uno de los pilares que me ayudaban a mantenerme. Me apoyaba, me comprendía y junto a otro whaontillo me ayudaban a convertir las tricrisis en monocrisis, hasta que a finales de octubre ocurrió. Una traición a toda la amistad que habíamos formado, prácticamente destruyéndola, y desestabilizándome por completo. Tocar fondo. Llegar al final de la caía. Hace tiempo pensaba que volvía a subir, pero solo era el rebote de la caída...
Y aquí estoy, en un mundo que parece que está en mi contra, desvariando de mi vida y arrancándome poco a poco la máscara que me oculta e intentando cambiar mi vida...
martes, 29 de noviembre de 2011
Empecemos por el principio
Bueno, este es mi primer blog, y no se muy bien manejarme en esto, pero como todo, supongo que debería empezar por el principio...
Ahora mismo la mayoría de mis amigos me definirían como un whaoonte loco al que le encanta pasárselo bien con sus amigos, con unas ideas y ocurrencias algo tocadas y unas explosiones de paridas y dislexias idas del tema pero graciosas).
Pero pocos saben en realidad como me siento por dentro realmente, ya que he adoptado la costumbre de tragarme todo lo malo y empujarlo al fondo para poder mantener siempre una sonrisa para mis amigos. Esto se debe a que durante mi vida he tenido un periodo de tiempo en el que se puede decir que no he tenido amigos y he aprendido a valorarlos de forma que ahora sería capaz de hacer cualquier cosa por ellos, aunque a veces me haya equivocado en conceder ese privilegio a alguno...
La historia se remonta a cuando terminé 2º de primaria y me mudé a una casa nueva. Al principio no veía ningún problema en ello pero a lo largo del tiempo me empezaría a dar cuenta de que me fallaba algo en la vida. Apenas recuerdo como fueron el resto de cursos de primaria, y creo que es porque no tengo demasiadas cosas buenas que recordad... Creo que podía contar con los dedos de las manos los amigos que podía tener y si no hubiese sido por un error mio no hubiese podido empezar a hacer amigos como quien dice...
Invitaron a toda la clase a un cumpleaños y yo, como parte de ella, caía en el lote. No fue nada especial, apenas jugué con nadie y no se me hizo demasiado caso. A la hora de merendar me senté al lado de un chico, el cual creía que era uno de los del cumpleaños (erróneo por mi parte) y me reí mucho con el. Más tarde, cuando iba a celebrar mi cumpleaños, solo podía invitar a aquellos que me habían invitado antes a mí al suyo (regla de oro de mi madre, como si tuviese muchos que invitar después de mudarme) y decidí invitar a ese chico. Todo fue genial esa tarde, pero el instituto se acercaba y yo seguía apenas sin tener a alguien con quien hablar. Los primeros años de instituto, cada vez que los recuerdo, me parecen mas horribles. Necesitaba tanto llamar la atención de alguien que acababa molestando a la gente y siendo un pesado. Pero al final el chico de cumpleaños me invitó a que saliera con él por las tardes con sus amigos. Y gracias a eso conseguí estrechar relaciones entre los dos hermanos con los que afortunadamente sigo saliendo y espero que sea así durante mucho tiempo, porque son los únicos que quedan de ese nuevo grupo de amigos en el que entré.
Los años pasaron y la adolescencia llegaba. Las chicas del grupo empezaban a ir ellas solas y nos ignoraban, por lo que decidimos cambiarnos de grupo. En el nuevo grupo las cosas iban mejor que en el otro. Conocí a unas nuevas personas maravillosas, que llegarán muy alto, tomaran el liderazgo en sus vidas, llenas de grandiosidad, muertos en vida y de mentes voluminosas. Además en este periodo aparece el mejor whaontillo que he visto en mi vida. Al principio solo era el chaval nuevo de Valladolid, pero que ahora se ha convertido en uno de los pocos pilares que me sostienen hoy en día.
Pero entonces llego la primera decepción de mi vida... El chico del cumpleaños, en el que yo me había volcado más que en nadie, desapareció. Simplemente desapareció. Un verano en el que estuve recluido en mi pueblo se marchó del grupo sin ni siquiera decirme algo. Me sentí mal como pocas veces me he sentido. Prácticamente dejamos de hablar y toda la confianza que deposité en el se derramo por mi vida...
Pero todo continuaba... Al menos podía seguir con el resto de mis amigos y además empezaba a tener algo de suerte en la vida. Parte del grupo nos empezamos a relacionar con otro grupo, en el cual he tenido y espero seguir teniendo una de las mejores amigas de mi vida, por muchos bailes que se eche con la vida. Con ello inicié uno de los viajes más felices de mi vida... Empecé a salir con una chica del nuevo grupo y parte de mi grupo empezamos a salir más con el nuevo grupo que con el otro. Todo iba bastante bien hasta que una nueva tormenta se cernía sobre mi y, ahora, sobre lo que ahora son mis verdaderos amigos. Una nube inquisitorial amenazaba con cortar las relaciones con este nuevo grupo. Las tensiones aumentaban y las disputas entre los grupos aumentaban, pero el sentimiento de querer controlar nuestras propias vidas nos animó a separarnos del grupo y su política absolutista, y gracias a unas oscuras conspiraciones (entre los hermanos y yo) y el liderazgo de nuestra omnipotente líder nos llevo a una nueva libertad.
Por fin libres de la represión del "grupo", palabra tabú hasta ahora, eramos libres para ir con quienes quisiéramos y una nueva época de felicidad se aproximaba a mi vida, pero eso lo dejaremos para otro día...
Ahora mismo la mayoría de mis amigos me definirían como un whaoonte loco al que le encanta pasárselo bien con sus amigos, con unas ideas y ocurrencias algo tocadas y unas explosiones de paridas y dislexias idas del tema pero graciosas).
Pero pocos saben en realidad como me siento por dentro realmente, ya que he adoptado la costumbre de tragarme todo lo malo y empujarlo al fondo para poder mantener siempre una sonrisa para mis amigos. Esto se debe a que durante mi vida he tenido un periodo de tiempo en el que se puede decir que no he tenido amigos y he aprendido a valorarlos de forma que ahora sería capaz de hacer cualquier cosa por ellos, aunque a veces me haya equivocado en conceder ese privilegio a alguno...
La historia se remonta a cuando terminé 2º de primaria y me mudé a una casa nueva. Al principio no veía ningún problema en ello pero a lo largo del tiempo me empezaría a dar cuenta de que me fallaba algo en la vida. Apenas recuerdo como fueron el resto de cursos de primaria, y creo que es porque no tengo demasiadas cosas buenas que recordad... Creo que podía contar con los dedos de las manos los amigos que podía tener y si no hubiese sido por un error mio no hubiese podido empezar a hacer amigos como quien dice...
Invitaron a toda la clase a un cumpleaños y yo, como parte de ella, caía en el lote. No fue nada especial, apenas jugué con nadie y no se me hizo demasiado caso. A la hora de merendar me senté al lado de un chico, el cual creía que era uno de los del cumpleaños (erróneo por mi parte) y me reí mucho con el. Más tarde, cuando iba a celebrar mi cumpleaños, solo podía invitar a aquellos que me habían invitado antes a mí al suyo (regla de oro de mi madre, como si tuviese muchos que invitar después de mudarme) y decidí invitar a ese chico. Todo fue genial esa tarde, pero el instituto se acercaba y yo seguía apenas sin tener a alguien con quien hablar. Los primeros años de instituto, cada vez que los recuerdo, me parecen mas horribles. Necesitaba tanto llamar la atención de alguien que acababa molestando a la gente y siendo un pesado. Pero al final el chico de cumpleaños me invitó a que saliera con él por las tardes con sus amigos. Y gracias a eso conseguí estrechar relaciones entre los dos hermanos con los que afortunadamente sigo saliendo y espero que sea así durante mucho tiempo, porque son los únicos que quedan de ese nuevo grupo de amigos en el que entré.
Los años pasaron y la adolescencia llegaba. Las chicas del grupo empezaban a ir ellas solas y nos ignoraban, por lo que decidimos cambiarnos de grupo. En el nuevo grupo las cosas iban mejor que en el otro. Conocí a unas nuevas personas maravillosas, que llegarán muy alto, tomaran el liderazgo en sus vidas, llenas de grandiosidad, muertos en vida y de mentes voluminosas. Además en este periodo aparece el mejor whaontillo que he visto en mi vida. Al principio solo era el chaval nuevo de Valladolid, pero que ahora se ha convertido en uno de los pocos pilares que me sostienen hoy en día.
Pero entonces llego la primera decepción de mi vida... El chico del cumpleaños, en el que yo me había volcado más que en nadie, desapareció. Simplemente desapareció. Un verano en el que estuve recluido en mi pueblo se marchó del grupo sin ni siquiera decirme algo. Me sentí mal como pocas veces me he sentido. Prácticamente dejamos de hablar y toda la confianza que deposité en el se derramo por mi vida...
Pero todo continuaba... Al menos podía seguir con el resto de mis amigos y además empezaba a tener algo de suerte en la vida. Parte del grupo nos empezamos a relacionar con otro grupo, en el cual he tenido y espero seguir teniendo una de las mejores amigas de mi vida, por muchos bailes que se eche con la vida. Con ello inicié uno de los viajes más felices de mi vida... Empecé a salir con una chica del nuevo grupo y parte de mi grupo empezamos a salir más con el nuevo grupo que con el otro. Todo iba bastante bien hasta que una nueva tormenta se cernía sobre mi y, ahora, sobre lo que ahora son mis verdaderos amigos. Una nube inquisitorial amenazaba con cortar las relaciones con este nuevo grupo. Las tensiones aumentaban y las disputas entre los grupos aumentaban, pero el sentimiento de querer controlar nuestras propias vidas nos animó a separarnos del grupo y su política absolutista, y gracias a unas oscuras conspiraciones (entre los hermanos y yo) y el liderazgo de nuestra omnipotente líder nos llevo a una nueva libertad.
Por fin libres de la represión del "grupo", palabra tabú hasta ahora, eramos libres para ir con quienes quisiéramos y una nueva época de felicidad se aproximaba a mi vida, pero eso lo dejaremos para otro día...
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